12 noviembre, 2014

Historia de un parto

Recordando el día que nació Rafael, hoy quiero compartir cada detalle de lo que fue ese maravilloso día, y no me culpen si en esta historia no hay gritos, bueno, quizás uno o dos, pero no hubo drama, ni emergencias, ni nada de esos cuentos horribles que le ocurrieron a la amiga de mi vecina y que ella se encargó de contarme apenas quede embaraza. 

Lo cierto es que no creo que sean falsas esas historias, pero también creo que somos nosotras mismas las encargadas de decidir de qué manera queremos vivir el nacimiento de nuestros hijos, para luego contarle a ellos como fue el día de su nacimiento y como vamos a guardar ese recuerdo en nuestra memoria para siempre.

Después de 9 meses de embarazo feliz y tranquilo,  en la semana 36 expulse el tapón mucoso, así le llaman a ese flujo espeso que protege el cuello del útero durante el embarazo, también sentía unas leves contracciones, pero  como todavía faltaban un par de semanas decidimos que era mejor tomar reposo unos días. Dos semanas después las contracciones empezaron a ser más frecuentes y un poco más intensas, pero cuando digo contracciones no hablo de ese dolor mortal que sale en las novelas donde hay que correr a la clínica, no, solo me refiero a un dolor parecido a un cólico menstrual.

En mi última consulta con mi doctora mi eco mostro que todo estaba perfecto con Rafael, su peso, su posición, su líquido, era solo cuestión de esperar. Toda la familia esperábamos con ansias la señal de Rafael, solíamos salir a caminar con mi esposo en las mañana y al final del día, hacia mis ejercicios sobre mi pelota de Pilates que también me ayudaba para aliviar las molestias, era una maravilla.


A la semana 39 y sin señales de comenzar el trabajo de parto, junto con nuestra doctora decidimos, inducir el parto con una mínima dosis de oxitocina. Allí estábamos a las 11 am Empecé a recibir el medicamento que parecía no hacer mucho, cada hora venia mi doctora y subía un poco la dosis, recuerdo que vimos el juego del mundial, conversábamos, reíamos y mientras yo caminaba por el cuarto o brincaba sobre mi pelota, mis contracciones seguían leves y no había dilatado nada, ya eran las 6 pm.

El siguiente paso era romper las membranas, nuevamente tomamos la decisión en conjunto y aceptamos, a la 7pm rompieron mis membranas y lo que vino casi inmediatamente después fue una contracción tras otra, duraban de 30s a 1min Yo tomaba la mano de mi esposo como si estuviéramos haciendo lucha, él me hablaba firme, aunque se notaba que estaba nervioso.

Ya era seguro que en poco tiempo Rafael estaría con nosotros, teníamos  una mezcla de sentimientos entre nervios, emoción, alegrías y un poco de miedo también, mi esposo reía con cara de susto, el resto de la familia afuera de la habitación y yo internamente me decía “Blanca, ya llego la hora, tu puedes, tu eres fuerte, vamos a ayudar a este bebe a nacer, todo va a salir bien” hice mis oraciones antes de subir a la sala de parto y allá arriba por un momento no pensaba en nada, no sabía si quería estar sentada, de pie o acostada.

Con un poco de anestesia fue suficiente para empezar a pujar, yo lo hacía con tanta fuerza que no pensaba en el dolor, solo pujar, mi doctora mientras tanto iba contando paso a paso todo lo que estaba pasando, eso me tranquilizaba, mi obstetriz  acariciaba mi cabello y masajeaba mi espalda, también me daba palabras de aliento, mi esposo al fondo de la sala con las manos en la cabeza y a las 9:15pm lo escuche, el llanto de mi bebe, estaba aquí, en mi pecho, mi esposo corrió hacia donde estábamos y nos abrazamos los tres, las palabras sobraban.

En conclusión, mi parto fue Sin duda muy diferente a todo lo que me habían contado, es uno de los mejores días de mi vida, y en mi corazón lo guardo como un recuerdo de fuerza, de valor y de mucho amor, nada parecido a ese cuento de horror q todos hablan.
Hasta la próxima.
Se les quiere


Blanca Valera